Amada Señora mía:
Hoy elevo los ojos hacia ti, avergonzada.
Soy tan pequeña, tan débil.
Una y otra vez cometo los mismos errores.
Mas, aun así, sé que puedo acudir a ti, una y otra vez.
Mas, aun así, sé que puedo acudir a ti, una y otra vez.
Dame la fortaleza que necesito, oh Madre mía, para que así pueda ser
digna de que me presentes ante tu hijo. Dame fortaleza, para que así pueda perseverar en serle fiel a El, para que así pueda caminar sobre sus huellas, sin desviar ni un solo paso.
Hoy, elevo los ojos a ti, agradecida, porque no merezco los muchos dones y regalos con que me obsequias cada día ¡oh dulce Madre!
En especial te agradezco por ese hombre que piensa en mi cada día, te agradezco por este, nuestro amor, que brota como una cascada desde nuestros corazones. Sabemos que en verdad es el amor de Dios lo que se agita en nuestro interior, a cada instante, cada vez que nos miramos (con los ojos comunes y con los del alma).
Te agradezco infinitamente por darme este regalo tan grande (que jamás llegaré a merecer) que es su amor incondicional, su paciencia infinita, sus temores, su sonrisa luminosa, su mente tan llena de conocimientos, su capacidad de entrega, su fe, su simpleza, sus frustraciones, su caballerosidad, su inteligencia, su buen humor, sus rabias, sus palabras dulces, sus caricias, su mirada que me traspasa, que me conoce, que me grita “te amo”, sus manos, sus abrazos, su compañía... sobretodo te agradezco este amor sin medida que nace de nuestra alma y nos entregamos de tal manera, que sentimos... no hay otros que se amen más...
Amada Madre, a ti hemos encomendado nuestros corazones...
“Madre Nuestra:

Hoy, elevo los ojos a ti, agradecida, porque no merezco los muchos dones y regalos con que me obsequias cada día ¡oh dulce Madre!
En especial te agradezco por ese hombre que piensa en mi cada día, te agradezco por este, nuestro amor, que brota como una cascada desde nuestros corazones. Sabemos que en verdad es el amor de Dios lo que se agita en nuestro interior, a cada instante, cada vez que nos miramos (con los ojos comunes y con los del alma).
Te agradezco infinitamente por darme este regalo tan grande (que jamás llegaré a merecer) que es su amor incondicional, su paciencia infinita, sus temores, su sonrisa luminosa, su mente tan llena de conocimientos, su capacidad de entrega, su fe, su simpleza, sus frustraciones, su caballerosidad, su inteligencia, su buen humor, sus rabias, sus palabras dulces, sus caricias, su mirada que me traspasa, que me conoce, que me grita “te amo”, sus manos, sus abrazos, su compañía... sobretodo te agradezco este amor sin medida que nace de nuestra alma y nos entregamos de tal manera, que sentimos... no hay otros que se amen más...

Amada Madre, a ti hemos encomendado nuestros corazones...
“Madre Nuestra:
En tu nombre hemos unido nuestros corazones. Queremos que presidas nuestro amor; que defiendas, conserves y aumentes nuestra ilusión. Quita de nuestro camino cualquier obstáculo que haga nacer la sombra o las dudas entre los dos.Apártanos del egoísmo que paraliza el verdadero amor.Líbranos de la ligereza que pone en peligro la Gracia de nuestras almas.Haz que, abriéndonos nuestras almas, merezcamos la maravilla de encontrar a Dios el uno en el otro.Haz que nuestro trabajo sea ayuda y estímulo para lograrlos plenamente. Conserva la salud de nuestros cuerpos. Resuelve necesidades materiales.Y haz que el sueño de un hogar nuevo y de unos hijos nacidos de nuestro amor y del cuerpo, sean realidad y camino que nos lleve rectamente a tu Corazón.
Amén.”