No soy de esas personas que gustan contar sus penas, ni menos soy de las que andan por el mundo llorando sus angustias a los demás. Siempre he querido mostrar con mi sonrisa lo feliz que me hace vivir, lo feliz que soy por ser y por tener mi fe, que es lo que le da sentido a mi vida.
Por eso me ha resultado sumamente difícil decidir hacer públicos estos pensamientos… Pero creo que puedo ayudar de alguna forma… En fin, decidí hacer públicos estos pensamientos, esta vivencia tan terrible, por una sola razón: para dar testimonio de lo que he sentido. Yo iba a ser mamá, estaba embarazada. Digan lo que digan, nadie podrá borrar de mi alma la herida de haber perdido un hijo(a). - _ -
Aun en esta hora de dolor y tristeza, me siento muy amada. Si no fuese por el apoyo incondicional y el tremendo amor de mi esposo, de nuestra familia y de nuestros amigos. Seguramente estaría echa un mar de lagrimas. Y aunque he llorado mucho, ha sido sobre el hombro de mi amado.
También hemos tenido momentos de rabia, pensando que justo a nosotros, que tanto hemos soñado y anhelado toda la vida… y con mayor razón ahora… Nuestro mayor anhelo es ser papás. Estábamos tan ilusionados, tan atentos, que supimos casi en el día uno que estábamos embarazados. Un delgado pétalo de hielo pasa por mi corazón al escribir esto.
Jamás olvidaré el día en que me hice ese examen de sangre que salió positivo, ni la cara de Germán cuando le conté, ni su mirada brillante de alegría, ni que nos abrazamos felices…
Pasó un mes y las cosas parecían estar bien, pero yo sentía mucho miedo de perderle….
Y pensar que hay tantos que asesinan a sus hijitos cuando son así de pequeñitos y no pueden defenderse. Hoy, menos que nunca, puedo entenderlo.
Luego, pasaron unas semanas y los miedos comenzaron a tomar forma real. Las fechas no coincidían, ese puntito que era un pequeñísimo ser, que era nuestra guagüita, no crecía, ni tampoco el saquito que le custodiaba y le alimentaba dentro de mi vientre…
Luego, la semana más larga de mi vida, en la que había que darle tiempo a que creciera. Tan chiquito era y tanto lo he amado.
Desde que supe que sería mamá, nos consagré (a mí y a mi guagüita) a
No alcanzó a pasar una semana (aunque a mi me pareció un siglo)… un día, después de almuerzo (gracias a Dios estaba con mi Germán) comencé a sangrar… aunque era muy suave, me asusté muchísimo y temblando, fuimos al Sanatorio, recé y recé. El Señor fue misericordioso y permitió que viéramos en la ecografía, que el saco estaba vacío. Nuestra guagüita se había ido.
En cierta forma ya lo sabíamos, o lo presentíamos. Pero igual me sentí como si me hubiesen golpeado, como si me hubieran apaleado, todo me dolía, hasta respirar.
Tuvimos que hacer muchos trámites e ir a mi doctor (obstetra), y estuvimos fuera de casa hasta la noche. Un día eterno. Un día que fue más bien noche oscura. Luego, la pena. Aunque ya habíamos llorado, volvimos a llorar. Una herida se abrió en nuestros pechos y ardía… angustia de saber que ya no estoy embarazada, que se fue…
Ahora estamos un poco más tranquilos, sabemos que no sufrió, sabemos que está en el cielo en los brazos de nuestra amada Virgen María.
Aun así cuesta digerirlo, cuesta aceptar que ya no está, realmente es muy difícil.
La vida continúa, tenemos este fin de semana largo (por semana santa) para recuperarnos, regalonear y lo más importante, tenemos estos días para entregarle nuestro dolor a Él y luego resucitar con Él también.
Sé que la pena nos acompañará mucho mucho tiempo, pero juntos es más fácil el camino, aunque el camino sea pedregoso… o aparezcan más rosas con sus espinas.
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Han pasado ya unos días. Me ha costado mucho aceptar que no estás aquí. A nadie le daría este dolor, a nadie le desearía pasar por todo esto. Días y noches sangrando. Muchas horas de dolor.
Espero que mi dolor traspase de alguna forma las fronteras. Si alguna mujer, si alguna mamá lee esto y por leerlo decide dejar que su hijo(a) nazca. Si alguien que defendía el aborto lee esto y decide luchar por los que no tienen voz, luchar por todos esos niños que están por nacer… Eso sería suficiente para mí. Espero que
Amado Padre: Te entrego nuestro dolor, te ruego nos consueles y nos des fuerzas para seguir adelante. Señor, hoy más que nunca deseo servirte de la mejor forma posible, hoy más que nunca quiero hacer muchos méritos para un día, cuando me llegue la hora, poder ir a tu lado…
Sagrado Corazón de Jesús, en voz confío