jueves, abril 01, 2010

Matrimonio

Hay algunos que creen que el matrimonio es solo un papel que se firma, no ven que es una promesa, un compromiso.

Algunos consideran que el matrimonio es anticuado, que es una cadena que oprime… No ven que el matrimonio es la mayor libertad que se pueda experimentar, la mayor alegría.

Es verdad, llevo casada muy poco tiempo, apenas un suspiro… año y medio (y contando). Cada día he sido feliz y me he preguntado, qué hice para merecer tanta ternura, tanta alegría, tanta dulzura, tanta libertad. En este corto tiempo mi amado y yo hemos crecido juntos.


El matrimonio me ha dado alas, cada día crece mi confianza en lo que puedo hacer, me siento capaz de todo, incluso de alcanzar metas que antes parecían imposibles... pero no ambiciono nada, solo quiero abrazar a mi esposo, seguir conociéndolo y amándolo, mucho tiempo. Nada más.

Los escépticos dirán: ya la quiero ver en unos años. Me atrevo a apostar que seguiré siendo muy feliz, pase lo que pase. Nuestro amor seguirá creciendo fuerte y hermoso por muchos años ¿Cómo lo sé? Porque nuestra relación está cimentada sobre la roca más firme: el amor.

Conocer a Dios, amarle y servirle, libremente, es la meta que nos da fuerza cada mañana, es la razón para enfrentar el mundo.
Y cada noche podemos abrazarnos, sabiendo que nos tenemos el uno al otro. Y este abrazo es todo cuanto necesitamos para sentirnos renovados y cobijados, en fin: felices. Eso es el matrimonio (como diría el padre Hurtado): En todo, amar y servir.